La vida de Oscar Melchiori es un ejemplo de perseverancia y dedicación. De niño tuvo una infancia normal: jugaba con sus amigos en la vereda, practicaba deportes y andaba en bicicleta como cualquier chico su barrio. Pero a los pocos días de su cumpleaños número 12 su vida cambió drásticamente, cuando le diagnosticaron diabetes mellitus, una enfermedad que lo convirtió en insulinodependiente y, con el tiempo, fue afectando diversos órganos de su cuerpo.

Como consecuencia de su diabetes sufrió una disminución de la visión que lo llevó a una pérdida total durante varios meses. La enfermedad comprometió también el funcionamiento de sus riñones, por lo que debió someterse a sesiones de cuatro horas diarias de diálisis, tres veces por semana, mientras esperaba el trasplante. A los 32 años, luego de una operación de diez horas, recibió un trasplante de páncreas y riñón que comenzaron a funcionar inmediatamente.

A pesar de sus limitaciones físicas, Oscar jamás dejó de entrenar persiguiendo su sueño de volver a correr. “Era difícil pero nunca me quedé quieto, poco a poco cada día hacía alguna actividad; a veces nadaba, pedaleaba o corría, pero nunca me quedaba quieto. Siempre busqué seguir adelante pensando en participar en las carreras de triatlón”.

Tres años más tarde cumplió su sueño de correr una carrera de triatlón y al año siguiente ganó la medalla de oro en la categoría Triatlón en los XX Juegos Mundiales para Deportistas Trasplantados. Hoy Oscar corre maratones, carreras de aventura y triatlones con una particularidad: unos metros antes de cruzar la meta, siempre piensa en su donante anónimo. No sabe su identidad, pero lo reconoce como parte suya.